martes, 4 de marzo de 2008

Yo-Ellos

En una era en la que la humanidad ha decidido por sí misma que las carencias de unos llegan a unos niveles de merecimiento obviando injusticias llevadas al extremo, nace un rostro incandescente que hace de los recursos el llanto incomprensible del sueño, aquello que tomamos por irreal siendo real, la austera causa de la decadencia de nosotros mismos por sentirnos poderosos cuando el eterno algo nos supera. Creernos metal cuando somos espuma es la causa de la degeneración sistemática de aquello que en otro momento llegó a ser una base para el bienestar social en cuanto al afecto del gentío: la pérdida de la conciencia en el hombre como la suma de experiencias ligadas inevitablemente a sus orígenes con un sistema compartido para llegar a un hombre construido por él mismo para su felicidad, en la que, una vez más, el hombre es un lobo para el hombre. No es un concepto nuevo, pero sí más drástico que otros en cuanto a la percepción del yo contra el ellos. El yo-ello ha permanecido invariable a lo largo de los siglos por el propio concepto que el hombre tiene de sí mismo y de las posibilidades afectivas que se aferran en un núcleo que la persona certifica como “suyo” en relación a un universo opuesto que en la mayor parte se presenta como desconocido pero que en ocasiones es rechazado como tal por los intereses comunes del yo. Es la representación del ello lo que irrita, ya que en una comparación de valores el yo nunca quiere perder, y la defensa de los intereses del yo propicia la enemistad o el estancamiento en contacto que significa tratar con el ello. En el fondo, es preferible obviar la realidad si así se refuerza el ego. El transcurso de una vida es demasiado valiosa como para negarla en sí misma suponiendo que habría sido más provechosa para la integridad mental haber formado parte de algo que es en sí un rival.

Para entonces, habremos pasado por etapas de nuestra vida que directa e indirectamente se han formado con una educación que sobredimensionará el sistema de valores que ha defendido. Somos los herederos de un pasado moral que ha de prevalecer. En caso contrario, la historia de nuestras vidas no habría sido más que una pantomima ligada a una herencia no elegida. La llegada del eterno retorno es evidente.

Y trascurren las generaciones y el eslogan se repite en nombre de conceptos tan abstractos como verdad y libertad, que etimológicamente no se pueden aplicar a las masas por la propia subjetividad de los mismos.

En la actual era de la información se reproduce claramente que la verdad puede cambiar en un periodo extraordinariamente corto de tiempo. Hay un ejemplo clarividente y lamentablemente demasiado usado: los políticos. Es sencillo darse cuenta. Ejemplo: Imaginemos que la economía internacional se encuentra en una situación de inicio de crisis. Los parámetros macroeconómicos no son los que fueron hace poco tiempo. Para dar más rienda suelta a la imaginación, se acercan las elecciones. Gobierno y oposición afilan los cuchillos, ya que la batalla tiene un campo abierto que hay que aprovechar para ganar o no perder votos. Las tácticas serán innobles, pero nos darán una imagen sensata de que, en el fondo, estamos y estaremos gobernados por insensatos en búsqueda del beneficio propio en lugar de izar la bandera de haber sido creados para servir las necesidades de un pueblo al que hay que tratar de una manera tan respetuosa como honesta. De hecho, el resto de ciudadanos les pagamos para que hagan su trabajo de una forma limpia y clarividente. Bueno, dejando atrás dilemas éticos, la batalla entre gobierno y oposición va a comenzar. Empezaremos por los primeros:
- El gobierno, sabedor de que es imposible tapar que los indicadores económicos se sitúan en barrena mientras las elecciones se aproximan cada vez a más velocidad, ha propuesto la sensata idea de pronunciar que la crisis no existe. La inflación continúa al alza hasta en época de rebajas, el paro ha subido, la construcción definitivamente se ha estancado, con los agravantes macroeconómicos que ello conlleva. La reacción del ejecutivo no es otra que negar la crisis, y solaparlo con medidas. Una reacción más sensata sería admitir lo que aparentemente es otro de los periodos del capitalismo en los que parece estancarse, y que habrá que apretarse el cinturón. Es implícito en el sistema e innegable. Pero admitir este concepto sería abrir la jaula de la oposición, que espera estas palabras.
- La oposición, sabedora de que la situación es fruto de una repercusión que afecta a los mercados más importantes del mundo, ha de estar presente en todos y cada uno de los posibles errores del gobierno: Si éste, que mintió sobre la situación económica al comentar con falta de respeto hacia la sociedad que le ha elegido, hubiera sido honesta, significaría dar rienda suelta a la imaginación tergiversadora de la realidad para hacer ver que con ellos en el gobierno no habría pasado. Posiblemente los parámetros no habrían sido iguales, pero la situación en los mercados en determinados momentos es impredecible. Y en el periodo previo de 8 años, aún recuerdo a Rodrigo Rato comentar en momentos de crisis internacional que la culpa de malos resultados era debido a la situación coyuntural. Mientras, en periodo de bonanza, el mérito se lo atribuían a las políticas impuestas de su partido.
Conclusión: Los dos partidos buscan poder, no responsabilidad de decir la verdad a los ciudadanos. Y todo ello tiene un trasfondo sencillo: Si no miento, el rival me pisoteará, siendo un pensamiento recíproco para su rival. Y las causas psicológicas son evidentes: la verdad es subjetiva, nos lo han enseñado demasiadas experiencias. La verdad del yo es diferente de la del ello, por eso es tan complicado unirles en ocasiones. Sin una voluntad de unión de las dos partes no se puede llegar al nexo. Si hay rencillas previas pese a no haber tenido trato la situación se afianza en el absurdo. La convivencia es entre ellos unificados y embotados en su propio yo. Y esa falta de convivencia es la que hace que, volviendo al panorama político de inicios del 2008, España se encuentre dividida en un absurdo basado en la disputa de dos partidos políticos por dos modelos de sociedad extraordinariamente similares en puntos clave. Cada unos defiende sus intereses, y los vende de la manera más ostentosa posible. Criticar al rival es favorecer la discordancia, y el choque de dos modelos de pensamiento que hasta hace poco no vivían tan separados es el reflejo de la irresponsabilidad política. Continúen así, señores, por el bien más que de una nación de un sistema de pensamiento que no tiene por qué homogeneizarse, pero si crear convivencia. Si las verdades se acentúan lo que único que pueden acarrear es un aumento de la mentira global y la carencia de lógica objetiva en los sistemas de pensamiento. El yo-ellos individual se convierte en un nosotros-ellos general en una sociedad dividida, llegando a un punto que no beneficia a ningún punto. Que la conferencia episcopal haga declaraciones por sus intereses en contra de un punto de vista que no se adapta al suyo por el decaimiento de su moral (no la única) en una sociedad laica es otro ejemplo de la falta de responsabilidad civil en la que nos encontramos. La iglesia pide el voto y hay que hacerle caso a Dios. Aplausos, por favor, las cartas se levantan y todos se consideran poseedores de la mejor mano, la verdad.

Y, por favor, no hagan más uso inapropiado del concepto de libertad, tan abstracto como el anterior, pero todavía más peligroso. El yo-ello en ocasiones parece querer excluir al resto y convertirse en un yo-todo, con el único objetivo de que el ciudadano piense abandonar el bien común para pisotear al resto. El capitalismo feroz en el que nos movemos lo está consiguiendo, y sólo en manos de ciudadanos empáticos estará la respuesta futura.

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