lunes, 24 de marzo de 2008

Reacciones al bipartidismo




Los descalabros de la izquierda en sí más las preferencias de los votantes por los dos partidos mayoritarios parecen los hechos más relevantes de las elecciones del 9 de Mayo. El así llamado voto útil ha vencido a las ideologías alternativas. Con más de un 75% de los votos no se puede hablar de crisis del sistema electoral, sino de su reforzamiento. Pero el precio ha sido alto. Las opciones restantes se desvanecen en las mesas electorales, pero, ¿ha ocurrido lo mismo en la calle?
Que tanto PSOE como PP abarquen más del 80% de los escaños significa una victoria para el pensamiento único en muchos aspectos, lo que es preocupante para la revitalización alternativa de la democracia en un futuro cercano. El ejemplo más clarividente es la política económica, donde los dos partidos han optado por políticas similares: para un amplio espectro de los ciudadanos continúa el trabajo precario, la caída contínua de poder sindical, la no realización de respuestas políticas en el parlamento ante los inmorales precios de la vivienda y una amplia gama de políticas neoliberales que continúan reforzando la polarización de la sociedad. Por lo tanto, las actuales políticas del gobierno, supuestamente de izquierdas en algunas materias sociales, en un tiempo no tan lejano habrían sido tomadas como de derechas. Por otro lado, la hecatombe económica que preveía la derecha ante el cambio de gobierno del 2004 tampoco se han visto hasta ahora. En definitiva, se juega a las cartas con la misma baraja y al mismo juego. Y el bipartidismo lo refuerza.
La sociedad ha respondido a la llamada al ya famoso “voto útil”. ¿Podría llamarse voto inútil? En mi opinión así es. La legislatura que acaba de terminar ha sido una pugna entre el partido del gobierno y el principal partido de la oposición. Ha dado a la sociedad una imagen de la política como una guerra entre dos bandos. Cada día se han visto críticas y contracríticas a las palabras de uno y otro partido, y éstas han sido feroces. En la supuesta búsqueda por los votos del centro se ha hecho ver que la sociedad debe de estar en uno de los dos bandos. Y se ha negado la palabra al resto del panorama político por el tono altisonante de PSOE y PP. La sociedad ha visto que se está con un partido o en contra suyo, sin tener en cuenta que votar para que no salga elegido el partido que para ellos ha sabido usar peor la propaganda es un retroceso democrático. Para un gran número de votantes, se vota en contra de Zapatero o de Rajoy. No deben alcanzar el poder cueste lo que cueste, y si hace falta se dejarán de lado otras propuestas que históricamente han resultado atractivas para vender las almas (los votos) a la lucha en el ring de los dos más fuertes. El resto quedan en el panorama político como meras comparsas que se han de rendir.
¿Y la izquierda? Izquierda Unida continúa presente por su componente ideológico, pero su representación en los círculos de poder es testimonial. Incluso en medios afines a la derecha se toma como un partido tocado y hundido que nunca más alzará el vuelo. Quiero pensar que la presión de un partido de izquierdas que defienda las ideas que representa debe de volver a la actualidad por un hecho sencillo: esta masa se descontentará tarde o temprano porque no vale que se acepte el matrimonio entre homosexuales como un todo. Las políticas sociales no se quedan ahí, así como los derechos de los trabajadores. Con 15 escaños de ventaja sobre el PP, más de un votante “útil” del PSOE se estará arrepintiendo de no haber votado a Izquierda Unida para haber tenido la oportunidad de formar un grupo parlamentario. Lo mismo ocurrirá con más de un votante de cualquier partido nacionalista, que se ha visto engañado por el voto útil y por la amenaza que se veía en una victoria del PP contra los intereses de las peculiaridades autonómicas contra el españolismo restrictivo más generalizado de las palabras de la cúpula del PP.
Tras las elecciones, ninguno de los partidos mayoritarios ha conseguido la buscada mayoría absoluta. El PSOE buscará los apoyos que el PP no habría podido tener en la misma situación. Los encontrará. Lo preocupante es la disolución de grupos parlamentarios que dan sabia nueva a la democracia; nuevos conceptos y teorías que van más allá de dos conceptos políticos preocupados por desestabilizar al rival y ofrecer que, tras la elección de su contrincante, la única opción que quedará es el panorama desolador de una hecatombe nuclear. No ofendan más a sus votantes ni a la democracia, que crece con la diversidad y no con límites severos a las ideas. Si en Grecia la democracia se señalaba como gobierno del pueblo, usar este término como defensa de valores ante la amenaza de un único oponente es despreocuparse del propio pueblo para llevarlo a un estado en el que votar para elegir un gobierno cada cuatro años signifique ir a las urnas para que no sea elegido el adversario, sin importar comportamientos y propuestas intolerables por cualquiera de los dos bandos que en otro tiempo habrían significado un voto hacia un tercer partido.
Voten o no voten, pero en base a ideas, no al miedo.



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