miércoles, 7 de octubre de 2009

El último viaje


Por fin llegó al principio del final de su aventura. Desde el pueblo, donde se encontraba, podía admirar la grandeza de la montaña, la base siempre presenta a los picos en su esplendor. Ahora comenzaba la odisea, al otro lado por fin podría volver a verla, le esperase o no.

Entró en un hostal, refugio de montañeros, donde dormitaban antes de tener el último sueño intentando alcanzar la cumbre, los más; o los menos, donde nunca más volverían una vez conseguido alcanzar su sueño.

Salió a recibirle al mostrador un rostro ya atravesando el umbral de su vejez, cuando sonaron una serie de campanas que daban con la puerta cuando esta se abría. "¿Qué desea", "Una habitación para esta noche, mañana ya parto hacia el otro lado", "Entiendo, uno más desencantado con la luz de la urbe que viene buscando la oscuridad y el silencio", "No exactamente, no voy a subirlo, quiero atravesarlo, al otro lado me esperan", "Muy bien su habitación es la 12", "Gracias".

Una vez reconocido el alojamiento bajó a cenar, pero no quería quedarse en el hostal. El ambiente de logros inacabados, frustaciones que nunca más se intentarían superar, la lucha imposible que se respiraba en el hostal le axfisiaba.

Las calles del pueblo eran empinadas, la construcción básicamente de pizarra, la niebla espesa, y la luz inexistente. No fue difícil dar con un bar, es la ventaja que tienen los pueblos cuyo urbanismo consiste en la existencia de una única calle.

Entró, todas las miradas se clavaron en él. "Buenas noches", no hubo respuesta. Los cuatro ancianos que estaban sentado alrededor de una mesa siguieron con su partida de dominó. Los dos jóvenes que estaban en la barra siguieron intuyendo el silencioso partido de fútbol a través de la neblina que inundaba la pantalla del televisor.

Se acercó una muchacha bien fornida para atenderle. "¿Qué desea?", ¿Tienen algo para cenar?", "Algo hay" respondió la mujer acercándole una cara plastificada con los bocadillos disponibles y en otra columna los precios correspondientes. "Un bocadillo de cinta de lomo con queso, por favor", ¿Para beber?","Una cerveza".

Otra vez el silencio, interrumpido por las fichas de dominó chocando contra la mesa.Una vez que tenía la cena delante dió un sorbo a la cerveza, un mordisco al consistente bocadillo y preguntó a la mujer, "¿Por dónde es mejor ir?", "¿A la cima?", "No, para cruzarlo, al otro lado", "Nadie a vuelto", "Yo tampoco lo haré", esta decisión era inamovible, la tomó antes de comenzar su aventura. "Hay dos pasos: el de la Evasión, y el de Penalas, si quieres ir sin preocupaciones por la Evasión, si quieres ver las flores más hermosas por Penalas". La muchacha se retiró ante una llamada que salía detrás de una puerta situada al otro lado de la barra.

Él terminó de cenar y pagó, unió el sonido de sus monedas al de las fichas de dominó.

Una vez fuera estuvo paseando por el pueblo dudando por las opciones que le había ofrecido la muchacha. De repente desde una esquina escuchó, "Señor, perdone", un joven de los que estaban viendo, mejor dicho intuyendo el partido de fútbol se le acercó. "No he podido evitar escuchar la conversación entre Maria y usted, y...", "¿Y?" la parquedad de palabras de estas gentes ya empezaba a cansarle. "Yo le aconsejo que vaya por Evasión, Penalas es muy complicado", "Pero la mujer dijo que el paisaje es sobrecogedor", "Y no le falta razón, es el famoso valle de lágrimas, pero usted quiere llegar cuanto antes al otro lado, ¿no?", "Sí, ¿y el paso de Evasión?", "Ausencia de preocupación, usted decide" sentenció el joven.


Al día siguiente el rostro que está ya atravesando el umbral de la vejez subió a la habitación 12 para despertar a nuestro protagonista, tal y como acordaron el día anterior. Llamó a la puerta y nadie contestó. Bajó a la recepción del hostal, descolgó el teléfono y marcó el número de la Guardia Civil. "Sí sargento, otro más que se enfrentó a una decisión y optó por el camino más corto, evadirse, en vez de ir por el valle de lágrimas hacia el otro lado. Una pena, lo sé, nunca podrá ver las flores que regarían sus lágrimas".