miércoles, 5 de marzo de 2008

El no retorno

El mundo, paradójicamente tan basto pero tan sutil. Cuando creas una imagen de ti mismo que sabes que es falsa por las circunstancias que te rodean te das cuenta que perteneces a una realidad que no es más que lo que nunca quisiste que fuera. Entonces, en un determinado momento de la vida de cada uno de los mortales, todos nosotros, llegamos a ese punto, aunque no deseemos darnos cuenta de que ello ha ocurrido. La libertad es algo que solamente es capaz de reflejarse en cada uno de los seres humanos por dentro; es como un espíritu supremo que se abastece de ilusiones personales, y que tiene la capacidad de decaer o derrumbarse en determinadas circunstancias. El ego trata de hacerte ver que eres inmutable ante el entorno, y es capaz de resurgir en el momento más inesperado, pero tarde o temprano acaba sorprendiéndote cuando vuelve a decaer. La combinación entre el yo y el resto pende de un hilo demasiado fino como para poder mutarse en uno. Entonces llegas a la conclusión de que los ideales hay que mantenerlos cueste lo que cueste, pero absorviendo el entorno para poder llegar a realizarte. Porque si no hay nadie alrededor dejamos de ser materia viva pese a tener la impresión de que inhalas y exhalas sin parar. Siempre queda el arte de cada uno, pero olvidar las influencias de otro arte es una forma que trata de ser sutil para acrecentar el ego siendo irreal. La escapatoria es complicada, tanto que quizás pase de largo como un espejismo o como ese sueño al que no dejaste terminar por la vigilia.
Remontarse al sentir sin complicaciones es la vía para que el lenguaje no tergiverse al pensamiento, llegar al hedonismo por la vía de negar la sabiduría, da igual que sea la de aquel antepasado construyendo un objeto punzante con la base de una piedra o las miles de páginas que planteara tu filósofo favorito. Es cruel que tengamos una inteligencia relativa para habernos dado cuenta de ello, de que la base para comprender una existencia original es el absurdo. Alrededor de 3500 millones de años para comprender que la vida en la tierra es una farsa, una lucha despiadada entre seres vivos por obtener el poder y, si lo obtienes, para poder aferrarte a él. No olvides que el poder no lo tiene el gobierno, religión o empresario; el poder lo tiene el salir victorioso de cada conversación con tus amistades; hacer ver lo original, locuaz, reservado o cualquiera de las aparentemente infinitas formas que hay de comportarse en un determinado momento para hacer ver que ahí estás o que no estás, que tienes algo que te diferencia del resto cuando la realidad te lleva a un segundo plano, hagas lo que hagas y te comportes de la manera más adecuada que creas en cada ocasión.

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